Los hombres se dividen en dos clases según su carácter y tendencias: los que están a favor de la cigarra y los que están a favor de la hormiga. Desde que oí por primera vez la vieja fábula yo me puse a favor de la cigarra. Toda mi vida he seguido de su lado. Desde aquel remoto día en que por vez primera escuché contar la historia de la imprevisora cigarra y de la estólida hormiga consideré que la hormiga era una malvada, una cruel hija de tal. Y supe que en todo caso es mejor ser imprevisor que ser un malvado y cruel hijo de tal. Abominé y sigo abominando de las hormigas que no tienen la imaginación que se necesita para ser generoso. Jamás llamaría a sus puertas. Buscaría mejor a la cigarra, con la certidumbre de que, a más de una canción, me ofrecería lo que le hubiera dejado su imprevisión. Así se dividen los humanos. En hombres-cigarra y hombres-hormiga. Dios me libre de toparme con algún hombre-hormiga. Colaboración de Mario Pablo Vazquez de León, Gto., México. |