Era una noche fría y oscura. Daniel bebía un café sentado en su sillón favorito en la sala de su casa. Su familia dormía y el reflexionaba tantas cosas que perdió la noción del tiempo. Eran las tres de la mañana, llevó su tasa vacía al lavaplatos, y abrió el refrigerador para prepararse un refrigerio. Cuando cerró la puerta vio junto a él a una figura muy conocida, pero nada preciada. La espectral imagen le arrebató el sueño en un instante y lo miró fijamente y le dijo con voz tenue: - ¿Sabes bien a que he venido? La muerte confundida le preguntó a su víctima: Temeroso aun con un nudo en la garganta, Daniel le respondió:- ¿De qué me sirve? Nunca me darás otra oportunidad. Tú solo haces tu trabajo. Cierto, solo hago mi trabajo. - ¿Puedo despedirme de mi familia? cuestionó Daniel con la ligera esperanza de recibir un si. Salieron ambos al patio; un extraño tren aguardaba en la calle y lo abordaron. - No todo es aburrido en la muerte no te puedo decir lo que pasará al llegar, pero te propongo que juguemos ajedrez para matar el tiempo. El juego inició. Daniel no se calmaba aunque comenzó ganando, consiguió un alfil y un caballo. Pero era obvio que eso no lo alegraba. La muerte le preguntó ¿A qué te dedicabas en vida? El silencio reinó por unos instantes mientras Daniel ponía en jaque a la muerte. - Dime ¿qué pensabas cuando te casaste? Ya las lágrimas se habían secado del rostro de Daniel y de pronto exclamó suavemente "Jaque Mate". La muerte sonrió y dijo: ¡Felicidades! Suspiró Daniel y respondió: Es una pena que no sirva de nada. No me importaba ganar de todos modos ya estoy aquí. Un simple juego de ajedrez no aleja mi mente de mi familia, de mis hijos, mi esposa. Las lágrimas brotaron de nuevo en el rostro de Daniel quien se cubrió el rostro con ambas manos. Y mientras el sollozaba la muerte exclamó: ¡Llegamos! Daniel intento calmarse y al abrir los ojos estaba de nuevo en su viejo sillón, se secó las lágrimas eran las 6 con 45 de la mañana. Y en lugar de gritar ¡Estoy vivo! como lo haría cualquier otro, salió al patio y dijo con voz tenue: Gracias. Caminó de vuelta a su casa, entró a la habitación de su hija, la tomó en sus brazos y fue donde su hijo dormía, le hizo cosquillas en los pies, y le dijo: - Hijo, despierta es domingo. No esperes a jugar ajedrez o lo que sea, mucho menos pedir más tiempo; hazlo ahora y dile a tus seres queridos que los amas... |
Es preciso morir | En vida hermano, en vida.
2 de noviembre, Día de muertos
Pensamientos para cada ocasión