Miré a las estrellas... y observé como todo su fulgor no alcanzaba ni la mitad de la luz que desprende nuestra unión. Lloré por una hoja que caía... y me di cuenta que nuestro árbol del amor sigue robusto. La televisión me mostró unas cumbres nevadas y me maravillé... y me confirmó que los sentimientos sinceros y bellos no dejan de serlo por la distancia a la que nos encontremos. El aire acarició mi cara... y comprendí lo maravillosamente vivo que permanece nuestro cariño. Durante mucho tiempo sólo me identifiqué con los tristes atardeceres de otoño... y contigo volví a disfrutar de los amaneceres dorados del verano. Me asombré de lo preciosa y vigorosa que era aquella orquídea salvaje.... y comprendí que nuestra pequeña planta del amor es bella porque la estamos dotando de consistentes raíces. Me conmoví con la melodía que tocaba un viejo violinista... y recordé que la música que compone nuestro amor es aun más sublime. El otro día le rogué a Dios que me mostrara su rostro y me susurró que cuando nuestros corazones se fundan en uno sólo podremos verlo... y creo que empiezo a intuirlo. Te amo, Mercedes. Eres el ser más maravilloso que he conocido. |