La familia es sin duda entre las instituciones humanas, la primera y la más vigorosa. Porque el compromiso de los individuos que la forman, está vinculado por los lazos indestructibles de la sangre y el afecto. Y la familia constituye la casa, dulce y bella palabra que contiene, en sí misma, todos los motivos del recuerdo, la lealtad y la esperanza. La devoción a la casa debe ser uno de los más nobles sentimientos que debemos inculcar en el ánimo de los jóvenes. Porque el hogar es germen de vida, altar de los afectos y reparo de las angustias. La casa es germen de la vida porque conviven allí, creciendo y amándose en sus acuerdos y en sus diferencias, los miembros de una misma familia, esto es un solo corazón. La casa es remedio para las angustias, porque en ella nos refugiamos en nuestras aflicciones y en nuestras batallas buscando consuelo y estímulo para seguir luchando. Bendito sea el hogar amable, el hogar santo que nos protege con el amor de los padres, con la alegría de los hijos y con el recuerdo de los grandes ausentes. Esforcémonos por hace del hogar, santuario de nuestros afectos, fuente de nuestras ilusiones y guardián de buenas costumbres. Colaboración de María Guadalupe Córdoba Barradas del Edo. de México. |