En la vida hay decepciones que nos hacen abrir los ojos y cerrar el corazón. Es un dolor que nos obligará a ser más prudentes, pero que jamás debería llevarnos a perder nuestra capacidad por hacer el bien. Cuando queremos algo con mucha intensidad y lo perdemos, aparece la decepción y el vacío. No sólo perdemos ese algo, también dejamos ir una parte de nosotros mismos. Hay algo que no se ha ajustado a nuestras expectativas, que no ha salido tal y como esperábamos… Y eso duele, tanto que podemos generar la sensación de que hagamos lo que hagamos, volverá a repetirse el mismo resultado. Pero tranquilízate. Intenta vivir en el "aquí" y "ahora", céntrate en el presente. Déjate llevar. Acepta las decepciones, aprende de ellas y no permitas que te cambien en algo que NO eres. |