Cada animal posee ciertas características que lo diferencian del resto. Incluso el hombre, claro. Formas de ataque, de defensa, de expresar alegría, odio, temor, amor. Cada animal tiene, puede decirse, su carácter. El cisne no es una excepción, pero tiene algo especial. Suele vivir en regiones frías, y habitualmente pantanosas. Tiene un pésimo sentido del humor, que hace que tenga pocos amigos dentro de su misma especie. Pero son decididamente monógamos. Bellos, orgullosos, de largos y estilizados cuellos, armónicos, los cisnes no cantan, salvo los ejemplares de una de sus especies que emiten un sonido algo gutural y poco agradable de cuando en cuando. Pero, sin embargo, casi todas las especies de cisnes rompen su mudez de toda la vida en un único momento: cuando van a morir. El sonido de ese canto puede escucharse hasta 5 o 6 kilómetros de distancia en los espacios abiertos y se parece, por momentos, a la música de un corno, que es un típico instrumento de orquesta Sinfónica. Aquella música no es sólo un sonido. Es un conjunto de armonías que se parecen de pronto a un lamento plañidero y, de pronto, a un himno lleno de fervor y hasta alegría. Ni siquiera la pareja del moribundo lo acompaña en aquel increíble rito. Los hombres, mientras tanto, seguiremos preguntándonos como hace siglos cuál es el motivo de aquel último y único canto del cisne. ¿Por qué ese intrigante adiós a la vida? La ciencia, con toda su batería de elementos de avanzada, jamás pudo desentrañar el misterio. La pareja del cisne muerto se alejará del lugar, separándose de todos los que fueron sus compañeros, y nunca más se sabrá de ella. ¿Quién puede saber algo, en realidad, de estas historias que solo podemos contar sin poder explicarlas? Texto: Autor Desconocido. |
Vida después de la muerte | Murió la persona que te bloqueaba
2 de noviembre, Día de muertos
Pensamientos para cada ocasión