Muchos padres, al parecer van perdiendo la gran sabiduría de saber escuchar a los hijos. "Como haría un jefe con los subordinados". Cuando siempre fue la regla de oro de los educadores y de los gobernantes: SABER ESCUCHAR. Una tentación muy habitual de los padres ha sido el monólogo. Ellos son los "únicos" que deben hablar y decir la última palabra, pero sin permitir a sus hijos que expongan sus dudas, sus razones y aún sus sinrazones. Y es que, si algo vale la pena que oigan los padres de sus hijos, son sus puntos de vista superficiales, su argumentación sin base, para poder iluminar, ajustar, fundamentar. Ahora la conversación parece haber cambiado de escenario. Se platica en la calle y en el café, no en la casa. Se platica con los amigos, con los socios, con los compañeros de profesión, pero puerta adentro se vuelven mudos, hablan lo estrictamente necesario para pedir la comida o la ropa. Poco viven en casa y esas cuantas horas de reunión familiar se ven acosadas por la televisión o el mal humor colectivo. Ni los esposos tienen qué decirse entre sí, ni los hermanos. Las confidencias se vuelven hacia afuera, los consejos se piden a los amigos, los proyectos y los sueños se comunican a cualquier persona, menos a los que habitan en casa. El hogar es un espacio de seres que entran, salen y apenas se escuchan, apenas hablan, se congregan los cuerpos pero los corazones están dispersos. Hemos sido de alguna manera "entrenados" para no aceptar ciertas emociones como parte nuestra. El más importante beneficio de la comunicación profunda es una verdadera y auténtica relación y lo que se puede llamar un verdadero encuentro de personas. No solamente habrá una mutua comunicación y el compartir y experimentar de las dos partes, sino que resultará en un sentido de identidad cada vez más claro y definitivo en cada una de las personas involucradas. Hoy en día muchos nos preguntamos, ¿quién soy yo? Se ha dicho que "yo" soy lo que pienso, lo que juzgo, lo que siento... Si he sido capaz de comunicar estas cosas con libertad y en una forma tan clara, abierta y honesta como me es posible, veré un crecimiento importante en mi sentido de identidad, así como un conocimiento más profundo y auténtico de la otra persona o personas. En la medida en que yo me comunico con otra persona y esa persona se comunica conmigo, compartimos en común nuestros secretos. De la misma manera, en la medida en que nos alejamos y negamos una transparencia mutua, el amor disminuye. Desde este punto de vista, la comunicación no sólo es la sangre del amor y la garantía de su crecimiento, sino que, en la práctica es la esencia misma del amor, porque la comunicación es el secreto de "mantener el amor". Cuando se ama a una persona se desea saber hasta los mínimos detalles de su existencia, de su carácter, sus ideales, su manera de pensar, para así identificarse con ella, por eso hemos de conocer su historia por medio de una comunicación profunda. Así que queridos amigos, aprendamos a comunicarnos con los nuestros, en nuestro hogar para así poder comunicarnos de mejor forma con las personas que están fuera de las paredes de nuestro hogar... amemos a nuestras familias, conversemos con ellos, tenemos que aprender a comunicarnos. Sin más mis amigos... la comunicación es la clave de todos los éxitos. Colaboración de Jorge Enrique López. |