HABLAR es fácil, pero CALLAR requiere prudencia y dominio. HABLAR oportunamente, es acierto. HABLAR frente al enemigo, es civismo. HABLAR ante una injusticia, es valentía. HABLAR para rectificar, es un deber. HABLAR para defender, es compasión. HABLAR ante un dolor, es consolar. HABLAR para ayudar a otros, es caridad. HABLAR con sinceridad, es rectitud. HABLAR de sí mismo, es vanidad. HABLAR restituyendo fama, es honradez. HABLAR aclarando chismes, es estupidez. HABLAR disipando falsos, es de conciencia. HABLAR de defectos, es lastimar. HABLAR debiendo callar, es necedad. HABLAR por hablar, es tontería. CALLAR cuando acusan, es heroísmo. CALLAR cuando insultan, es amor. CALLAR las propias penas, es sacrificio. CALLAR de sí mismo, es humildad. CALLAR miserias humanas, es caridad. CALLAR a tiempo, es prudencia. CALLAR en el dolor, es penitencia. CALLAR palabras inútiles, es virtud. CALLAR cuando hieren, es santidad. CALLAR para defender, es nobleza. CALLAR defectos ajenos, es benevolencia. CALLAR debiendo hablar, es cobardía. Debemos aprender primero a CALLAR para luego poder HABLAR, pero siempre con acierto y tino; porque si HABLAR es plata, CALLAR es oro. Y recuerda siempre: "Que tus palabras sean más importantes que el silencio que rompes." Colaboración de Georgina Martínez de León, Gto., México. |