El hombre desea que la mujer sea bella, lo mismo que la mujer confía que el hombre sea elegante. Pero la belleza es engañosa. Incluso considerada como un ideal, cambia, no solo de un país a otro y de una época a otra, a los ojos del hombre. Por otra parte, la belleza sin otras cualidades es un don funesto. Incluso en si misma, pronto puede ser motivo de aburrimiento. Lo que atrae la atención del hombre es algo distinto a la belleza. El encanto, esa irradiación de personalidad, esa lozanía de la mujer, aventaja con creces a la belleza. Si una joven lo posee, ya no necesita nada más, pero en caso contrario, por muchas otras cualidades que se tengan. Por encima del encanto y la belleza, existen otras cualidades más intensas que llaman la atención del hombre.
Colaboración de Guadalupe Guevara. |