Al dejar la juventud atrás, asumimos que la madurez llega de manera automática, pero desgraciadamente no siempre es el caso. Obviamente no me refiero a la madurez física, ya que esa aparece como consecuencia lógica del paso de los años. Me refiero a la madurez psíquica, emocional y afectiva. Para aspirar a convertirnos en una persona madura, tenemos que empezar por conocernos y aceptarnos como somos, para ser capaces de analizarnos objetivamente y tomar conciencia de nuestros defectos y virtudes. Para esto hay que tener una autoestima elevada, ya que una persona sin autoestima no es capaz de autoevaluarse objetivamente ni mucho menos enfrentar sus defectos sin caer en la neurosis o irse al desagradable extremo de la prepotencia, intentando evitar enfrentarse consigo mismo. De ahí tenemos que pasar por el autocontrol que implica cultivar una voluntad recia que nos permita controlar y orientar positivamente nuestros impulsos y sentimientos. Difícilmente veremos a una persona madura que le falte humildad y que la soberbia lo lleve a buscar ser protagonista de todos los eventos en que participa. Al maduro, su humildad lo lleva a reconocer que siempre tenemos algo que aprender de los demás, por lo que por lo general escucha más de lo que habla. El maduro mantiene en orden su afectividad y relación con los demás, ya que sabe amar y saberse amado. Además, a pesar de ser responsable, no se toma demasiado en serio porque sabe que es capaz de cometer errores como todos y cuando se equivoca, además de reconocerlo, su sentido del humor lo saca a flote con elegancia, sin dramatizar y dándole a las cosas la importancia real que tienen. Un inmaduro hace dramas de cosas triviales y pierde la paz por tonterías, en cambio, el maduro se distingue por aceptar la realidad como es y por mantener su serenidad a pesar de la adversidad de las circunstancias. El camino hacia a la madurez no es sencillo, requiere que nos aventuremos con valentía al autoconocimiento para lo cual es necesario buscar nuestro "santuario de silencio" que nos permita darnos el tiempo y el espacio para conocernos como somos, y atrevernos a quitarnos, la máscara con la que andamos por la vida. En fin, si alguno nos creíamos maduros, tal vez estos conceptos nos ayuden a reconocer que desgraciadamente lo único que llega de manera automática con el paso de los años, es la vejez. |