El escritor francés Thierry Meyssan, del Movimiento Voltaire, cuestiona las versiones oficiales del gobierno estadounidense sobre los hechos del 11 de septiembre. En su libro La terrible impostura, publicado ya en 10 idiomas, sostiene que pudo ser un misil lo que se estrelló en el Pentágono y no un avión como se dijo. Después de años de los atentados del 11 de septiembre y de la publicación de su libro, ¿qué balance hace usted de los hechos? Pienso que a los verdaderos autores de los atentados no se les ha encontrado. De hecho ni siquiera ha habido una investigación (en sentido criminal del término) para localizarlos. El gobierno estadounidense designó, desde un principio, a sus sospechosos dando una lista de 19 supuestos aeropiratas, pero los verdaderos culpables no han sido castigados y en su lugar se atacó a chivos expiatorios. Se atacó a Afganistán y Washington se preparo para declarar la guerra a Irak. El gobierno estadounidense miente, dice en su libro, ¿por qué miente? Con mi trabajo he demostrado que la versión oficial no resiste el análisis. Hay engaño y muchas cosas que las autoridades son incapaces de explicar, el atentado contra el Pentágono, por ejemplo, pero también la especulación y fraudes de los mercados bursátiles, y las razones por las que las Torres Gemelas se desplomaron. Primero se dijo que la combustión de los aviones provocó el derrumbe; sin embargo, una comisión oficial de ingenieros norteamericanos entregó al Congreso la prueba de que eso no era posible. Estamos a varios años del atentado y todavía no hay ninguna explicación para ese desplome. En lo que toca al Pentágono, sugiere que no fue un avión lo que se estrelló contra el edificio. El gobierno pretende que el atentado fue cometido con un Boeing 757, pero se puede probar muy fácilmente, con la simple observación de los estragos causados en el inmueble, que no fue un avión sino otra cosa. Cuando se observan las fotos de la fachada del Pentágono, después del atentado, no se ve ninguna huella del impacto. Si un avión se hubiese estrellado habría dejado un agujero, los muros dañados, pero no hay nada de eso. Además, nunca se encontraron pedazos o fragmentos de ese avión. En las primeras conferencias de prensa oficiales que se dieron en el Pentágono, se informó que los peritos habían hallado las dos cajas negras del aparato, pero inutilizables y sin poder identificarse bien. Se dijo que en el jardín que está frente al Pentágono se encontró un faro del avión, pero ningún otro elemento. Cuando se preguntó a los bomberos, éstos confirmaron también que no había nada, o al menos nada que tuviera que ver con avión. Luego comenzaron los grandes trabajos de demolición del ala afectada, así que difícilmente pudieron hallarse elementos adicionales. ¡No es posible! Afirmo que si no hay huellas de impacto, ni suficientes elementos del avión, es porque no se trata de un avión. Por otra parte, nosotros recuperamos todos los testimonios que fueron publicados por la prensa estadounidense, testimonios de la gente que se encontraba cerca del Pentágono en el momento del atentado. Cuando uno analiza minuciosamente ese material, los comentarios realizados en el momento de los hechos o al día siguiente, se observa que todos los testimonios concuerdan con la tesis de un misil y no con la tesis oficial de un Boeing. Cabe aclarar que con el tiempo los mismos testigos fueron cambiando sus testimonios, seguramente porque hay una presión social muy fuerte; algunos de ellos aseguran hoy haber visto un Boeing. Pero usted sostiene que el atentado no se cometió con un avión, sino con un misil. Lo mantengo totalmente e invito a expertos en la materia a que me prueben públicamente lo contrario, hasta ahora nadie ha querido hacerlo, ni siquiera enfrentarme en algún debate televisivo. Pero al mismo tiempo entiendo que no quieran comprometerse. Como pretender que la comunidad pública internacional crea que un avión que tiene 38 metros de envergadura, 12 metros de alto, que pesa más de 100 toneladas y que viaja a 900 kilómetros por hora, haya podido entrar por una puerta. Una puerta de la planta baja, de una de las fachadas del Pentágono y todo esto sin causar daños a la puerta. En última instancia, supongamos que el avión se acerca al suelo como para aterrizar, que sólo la nariz del Boeing toca la puerta del edificio, ¿no cree usted que las alas habrían dejado algún impacto visible en la fachada? Hubo algunos expertos, que cuidándose de abordar cuestiones contradictorias, se lanzaron a hacer declaraciones de que podía ser posible, pero encuentro todo eso irrisorio. ¿Estaría denunciando una suerte de complot? No. La expresión de complot es la que eligió el Presidente George Bush para designar la manera en que los atentados fueron cometidos, y es normal que la haya utilizado porque preparar atentados de esa magnitud supone que hubo un grupo organizado trabajando en el secreto, es decir en complot. Para mí, el problema radica en saber quién está detrás de ese complot. Para Washington, a priori, no pueden ser ciudadanos estadounidenses, deben ser obligatoriamente extranjeros y, si es posible, árabes. Ese prejuicio, en la forma como se abordó la cuestión, es exactamente lo que se llama xenofobia. No tengo ese prejuicio, analizo todas las hipótesis y constato que para realizar muchos de los pasos en el desarrollo de los atentados había que estar dentro del aparato militar de Estados Unidos y no en una gruta de Afganistán. Y es exactamente lo mismo para lanzar un misil sobre el Pentágono o enviar un Boeing sobre el Pentágono. Imagínese, estamos hablando del edificio administrativo más grande del mundo y el mejor protegido, posee un sistema de defensa a distancia, baterías antimisiles y radares. Si un objeto entra en la zona protegida del Pentágono, que es la misma que se extiende hasta la Casa Blanca, inmediatamente es destruido. Ni siquiera se necesita la decisión humana, la destrucción de cualquier objeto volador es automática. Entonces cómo creer que durante el atentado el sistema de destrucción de misiles no funcionó, no se activo. Para esto encuentro sólo dos razones: o había generales que desconectaron el conjunto de los cinco sistemas de protección del Pentágono, o para atacarlo se utilizó un objeto capaz de emitir el código amigo del ejército estadounidense, que tiene un efecto de inhibición del sistema de defensa, no hay otro medio de hacerlo. Así que aunque algún día se comprobara que fue un Boeing, eso no cambia nada. Por otra parte, no olvide el robo de códigos secretos de la presidencia que fue confirmado tanto por el secretario general de la Casa Blanca como por su portavoz, Ari Fleisher; ambos lo admitieron en entrevistas a tres grandes periódicos estadounidenses y se retractaron después cuando comprendieron las consecuencias de sus declaraciones. Según esas declaraciones, los autores de los atentados intentaron contactar la residencia alrededor de las 10 de la mañana el 11 de septiembre y, para autentificar la llamada, utilizaron los códigos secretos de la presidencia. A quién quieren hacer creer que los códigos secretos se roban desde una gruta en Afganistán. Sobre todo cuando se sabe que sólo unas 10 personas allegadas al Presidente tienen acceso a dichos códigos. ¿En qué se basa para decir que el atentado involucra al ejército estadounidense, en la lógica, en documentos o en qué? En documentos oficiales y las declaraciones que dirigentes norteamericanos dieron a la prensa, todos esos textos y direcciones de internet se encuentran en mi libro. Sólo utilizo esos elementos y hago un razonamiento lógico a partir de eso. No pido que mi trabajo sea considerado como una verdad definitiva, pero invito al escepticismo, al espíritu crítico. No creo que tenga nada de extraordinario pedir que la gente sea coherente. Por ejemplo, constato que en la versión oficial de Estados Unidos nada es coherente. Cuando Richard Myers, jefe del estado mayor del ejército, fue interrogado por la comisión del Senado sobre las medidas tomadas para defender al país, fue incapaz de dar cuenta de lo que hizo para tratar de interceptar el Boeing. Myers aseguró que se las enviaría por escrito, es decir, cuando se enterara de lo que él mismo decidió. Durante esa intervención, lo que quedó claro fue el fracaso del sistema de defensa. A un hombre así en cualquier país se le habría pedido la renuncia; en Estados Unidos, Myers fue confirmado en sus funciones y felicitado. Le digo, hay un problema en el seno del gobierno. ¿Por qué toda esta farsa?, ¿qué gana Estados Unidos con ello? Por muchas razones. Para mí, fueron varias las personas que organizaron esos atentados y esa gente se encontraba en el interior del aparato de estado de Estados Unidos, ellos buscaban forzar la mano del gobierno Bush para tener una política todavía más dura de la que era capaz de asumir. En segundo lugar, están los grupos de poder, entre ellos los diversos lobbys: petrolero, farmacéutico, de seguros, etcétera. Esos lobbys hallaron un interés económico tras los acontecimientos y apoyaron la versión oficial muy probablemente a sabiendas de que podía haber otras cosas. También está el hecho de que el gobierno, para convencer a su propia población y al resto del mundo de su versión, se vio obligado a mentir sobre ciertos aspectos y poner en relieve otros, con el fin de movilizar la opinión a su favor. ¿Qué intereses podían tener los lobbys, por ejemplo el farmacéutico? El farmacéutico no es el más beneficiado, pero el interés reside en los beneficios obtenidos por algunos laboratorios de esa industria. Recuerda el pánico que hubo por el ántrax, fundado sólo por cinco cartas. A partir de ahí se hizo creer que había una amenaza contra la población y luego a la población de los países occidentales. En Estados Unidos se lanzaron programas de protección biológica y química, se firmaron contratos importantísimos para comprar stocks de vacunas, y esos laboratorios tuvieron enseguida gran prosperidad económica. Recuerde que Donald Rumsfeld es el ex presidente de Gil C.A., una de las multinacionales farmacéuticas más importantes, él fue presidente de esa multinacional hasta el año pasado. Los atentados del 11 de septiembre han sido parte aguas en la historia contemporánea, ¿qué consecuencias ve usted? Hace algunos años todo estaba dominado por la rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética, la guerra fría, la carrera armamentista, etcétera. Después de la caída del comunismo en la Unión Soviética, Estados Unidos no ha tenido ningún adversario a su medida, a partir de ahí algunos creímos que había comenzado el desarme y que las relaciones internacionales iban a pacificarse, por fin una era de prosperidad. En lugar de eso, EU se inventó un nuevo adversario, fabricaron completamente ese monstruo de "terrorismo islámico" y están reorganizando totalmente las relaciones internacionales en torno suyo y alrededor de ese mito. Hoy Estados Unidos se presenta como el protector del mundo civilizado, estamos con ellos o contra ellos, es una nueva etapa histórica. Una etapa grave si se piensa que un solo país tiene poder para decidir si se declara o no una guerra. Sí, gravísima, aunque hay que destacar que el gobierno estadounidense está dividido. Por una parte, está Donald Rumsfeld, Dick Cheney y Rais, que empujan para que la política estadounidense sea completamente unilateral, que el país pueda decidir sin consultar a nadie y por otra parte se halla Colin Powell, quien considera un error hacer la guerra solo. Sin embargo, es verdad, no importa cuál sea la facción, en el fondo el conjunto de la administración estadounidense considera que siendo potencia única, son ellos quienes deben decidir los grandes ejes de la política internacional. En cuanto a los atentados de las Torres Gemelas, ¿quién podría estar a la cabeza de esos actos? No lo sé, no conozco las respuestas, pero me cuestiono sobre cosas. Por ejemplo, la manera en que fueron pilotados los aviones para llegar hasta las torres, Washington afirma que los aparatos fueron desviados por dos grupos de cinco individuos, ofrece nombres y todo, pero resulta que los nombres de los piratas del aire no figuran en la lista de nombres que enviaron las compañías aéreas en sus listas de pasajeros. Uno se pregunta también sobre cómo esa gente que aprendió a pilotar en unos cuantos días, fue capaz de una hazaña similar. Y no estoy diciendo que eso no sea posible, lo que digo es que cualquier hipótesis debe poder verificarse. Lo mismo sucede con las afirmaciones del FBI que asegura haber descubierto intacto el pasaporte de Mohammed Atta en medio de las ruinas del World Trade Center. No puedo evitar cuestionarme cómo ese documento pudo sobrevivir a la humareda y el fuego. ¿Qué pide usted? Pido claridad. Ciertos aspectos de la versión oficial son muy extraños, algunos seguramente son ciertos, pero muchos otros no. Considero que primero hay que arrestar a los culpables y no lanzarse en operaciones militares por simples sospechas. Exhorto pues a que se cree una comisión de investigación internacional en el seno de la ONU, que esclarezca todos esos elementos. Mientras no tengamos una investigación criminal en el sentido estricto del término, realizada por un organismo independiente, no sabremos nunca la verdad y siempre tendremos la impresión que Estados Unidos utilizó por conveniencia los atentados, en los que la población fue víctima. La prensa francesa ha sido bastante dura con usted, los artículos que preceden su libro son "Meyssan, el desvío misterioso y de conspiración", "Los rumores locos del 11 de septiembre", "La metida de pata del Movimiento Voltaire", "La escalofriante estafa", ¿por qué? Durante años, la prensa francesa habló bien de mí y tras la publicación de este libro me insultaron. Pienso que influyeron varios factores: Hay periódicos que manejan cierta línea ideológica y creo que quisieron defenderla. No citaré, pero es seguro que a ese cotidiano francés, que un día después de los atentados tituló: "Todos somos estadounidenses", pues claro que no le iba a gustar lo que digo, el hecho de que alguien cuestione la versión oficial. Está también el desconocimiento del texto, hubo algunos periodistas que criticaron el libro sin haberlo leído. Y, por último, el hecho de que prácticamente toda la prensa internacional se dejó tomar el pelo por un sistema de propaganda, no por incompetencia sino porque todo iba demasiado rápido, los acontecimientos se sucedían unos a otros y no teníamos tiempo de verificar... Todos empezamos a retransmitir la versión oficial y después no hubo tiempo de investigar, de rectificar la información. Pero reconocer eso no es fácil, y a la prensa francesa que a veces es algo arrogante, le ha costado bastante trabajo. Sin embargo, quiero aclararle que las críticas se dieron sólo en París, no en provincia. Hoy mi libro ha sido traducido en 10 idiomas y en cada país donde se publica tiene un gran éxito, en términos generales, puedo decir que la prensa extranjera lo ha recibido muy bien. La prensa estadounidense casi no habló de su libro, pero cuando The New York Times vio que en un mes había vendido en Francia más de 200 mil ejemplares, el periódico publicó que tales ventas es un síntoma de que en Francia hay un sentimiento antiestadounidense, ¿qué opina? Bueno dijeron eso cuando el libro sólo había sido publicado aquí. Pero hoy el libro está disponible en numerosos países y en cada país se convierte inmediatamente en bestseller. ¿Podría decir The New York Times que los españoles, italianos, portugueses, croatas, búlgaros, son antiestadounidenses? No, ¡claro que no se pude decir algo así! El libro tiene éxito porque es una investigación seria y mucho más convincente que la versión oficial de Estados Unidos. El libro da a la gente numerosos elementos de reflexión sobre los atentados, uno puede forjarse su propia opinión, volver a ser ciudadano en estos acontecimientos y no sólo recibir un diluvio de propaganda. ¿Qué conclusión saca usted de todo esto? La población estadounidense ha sufrido un gran traumatismo por lo ocurrido, pero creo que ahora puede cuestionarse sobre los hechos. Espero que la opinión pública de ese país tome conciencia. Hoy nos encontramos en una situación muy paradójica porque el gobierno de Bush se lanzó ya contra varios países que califica como del eje del mal y a los que muy probablemente atacará. Para mí, la paz internacional depende sólo del despertar de la opinión pública estadounidense y de su capacidad para interrogar a sus dirigentes. |