Una vez un guerrero indígena muy respetado y la hija de una mujer que había sido matrona de la tribu se enamoraron y se amaban profundamente, y habían pensado en casarse, para lo cual tenían el permiso del cacique de la tribu. Pero antes de formalizar el casamiento fueron a ver al Brujo, un hombre muy sabio y muy poderoso, que tenía elíxires, conjuros, y hierbas increíbles, para saber si los astros estaban a su favor, si los Dioses los iban a proteger. El brujo, les dijo que ellos eran buenos muchachos, jóvenes y que no había ninguna razón para que los dioses se opusieran. Entonces ellos le dijeron que querían hacer algún conjuro que les diera la fórmula para ser felices siempre... El brujo les dijo: "bueno hay un conjuro que podemos hacer, pero no sé si están dispuestos porque es bastante trabajoso". "Sí, claro" le dijeron. Entonces el brujo le pidió al guerrero que: 1.- Escale la montaña más alta. Y el brujo le dijo a ella, a ti no te va a ser tan fácil: 1.- Vas a tener que internarte en el monte. Cada uno salió a cumplir su tarea. Cuatro días después volvieron con el ave que se les había encomendado, y le preguntaron al brujo: "¿Ahora qué hacemos?, ¿las cocinamos?, ¿las comemos?, ¿tomamos su sangre?, ¿qué hacemos con ellas?" El brujo les dijo: "Vamos a hacer el conjuro", y pregunto: "¿volaban alto?" "Sí" le dijeron. El brujo pregunto a ambos: "¿eran fuertes sus alas, eran sanas, independientes?" "Sí" contestaron. "Muy bien", dijo el brujo, "ahora átenlas entre sí por las patas y suéltenlas para que vuelen". Entonces el águila y el halcón comenzaron a tropezarse, intentaron volar, pero lo único que lograban, era revolcarse en el piso, y se hacían daño mutuamente, hasta que empezaron a picotearse entre sí. El brujo de la tribu les dijo: "VUELEN INDEPENDIENTES Y JAMÁS SE ATEN EL UNO AL OTRO". Colaboración de Elizabeth Vázquez de León, Gto., México. |