Imaginémonos que estamos en un barco. Uno de esos barcos tan grandes y lujosos que solo aparecen delante de nuestros ojos en las películas. Simplemente estamos bien. Orgullosos con las personas que vamos en el, contentos por el simple echo de estar siempre bien; cómodos, felices, creemos que lo merecemos todo y que no nos falta nada. Somos nosotros que transcurrimos por el inmenso mar, profundo, claro e infinito, definiríamos al mismo mar como la vida. Vamos en ella en nuestro barco poderoso, sintiéndonos triunfadores por el simple echo de existir. Todo va bien, sonreímos ante todo, estamos lo que le llamamos realizados. Pero de repente todo es un caos. Desde el horizonte divisamos oscuridad, vientos fuertes y tenemos eso a lo que le llamamos presentimientos que nos dice que todo va a ir mal. Sabemos que se avecina una tormenta. Pero nos queda dos salidas, o prepararnos o pensar que no nos va a tocar. Normalmente no nos preparamos. Nos confiamos y como toda tormenta irracional, ilógica y sin sentimientos, nos envuelve en su centro mas caótico. Dura, fría, sedienta de dolor, y desastrosa tenemos la tormenta encima. Nubarrones, vientos extraordinariamente fuertes, lluvias constantes, lapsus de terror....Son lo que realmente significan los problemas. Nos aprisionan, nos flaquean, nos atrapan, nos envuelven en instantes de desesperación y hasta nos llegan a apresan en instantes de intensos sufrimientos. Inmediatamente nuestra mente falla, flaqueamos, pero en todo esto, en medio de esta inmensa ansiedad podemos contralar este barco. Nuestro barco esta siendo azotado. Solo el mas fuerte se puede salvar. Pero no, vemos que los que nos acompañan tratan de salvarse a ellos mismos, queremos que nos ayuden pero nadie nos ayudan, caemos en un total e inédito caos. Nos desesperanzamos. Perdemos fe de todo y contra todos, no nos ponemos a pensar que ellos al igual que nosotros tienen miedo y tratan de salvarse porque los agarro su propia tormenta, entonces......¿quién nos va a salvar? Es muy simple. Nosotros mismos. Ante todo debemos de permanecer firmes. Las tormentas pueden destruir casas, arboles, carros, pero la fortaleza de una persona y su decisión no la puede destruir, si en lugar de desfallecer sale a flote. El barco tiene un timon, llamado comúnmente fe o esperanza, al que la mayoria de la persona no recurre por miedo, el timon si se deja solo pierde el rumbo y podemos naufragar. Tomemos la decisión de plantarnos decididos, tomar el timon no con una sino con las dos manos y con la mirada en alto, aunque las lagrimas, el dolor y golpes nos impidan la vision. Porque no veremos por las gruesas lagrimas, por el agonico llanto, pero vemos con los ojos del corazon que son los que nunca fallan en lo que ven. Es difícil, mucho, tomar con fuerza el timos e impedir que la tormenta nos inunde, pero no imposible. Ademas, mientras estamos en el timon podemos sentir la fuerza invisible y poderosa, nuestras manos cobran la firmeza necesaria: algo tan profundo sentimos, y lo logramos. Confiemos en esa fuerza. Esa fuerza vigorosa y que nos inunda de valor, cuando creemos que todos se han ido, cuando en esos momentos nos sentimos fracasados y que no podemos, hay alguien que pone sus manos entre las nuestras, alguien que aunque no lo pidamos al ver nuestra determinación nos da aliento....ese alguien a quien no vemos, ni olemos, ni siquiera lo percibimos con los sentidos....esa fuerza reconfortante es nuestro Señor. El que nunca nos abandona, pero en medio de la necesidad debemos aprender a encontrarlo y mantenernos firmes en el timon de nuestro barco. Porque cuando nos inundamos de esa fuerza embriagadora, alzamos nuestra frente y nuestro corazon, sabemos que pronto pasara, cerramos los ojos y confiamos.....lentamente todo se va. Abre los ojos, veras que los nubarrones se extinguieron, la tormenta termino, dejo de zarandearte el barco....no te fuiste por la borda como pensabas o querias, ni siquiera te lastimaste: simplemente fue una tormenta para aprender de ella, y sobre todo, lo mejor es para que maduraras un poquito mas en el cauce que lleva tu vida. NO DEJES QUE UNA TORMENTA TE OBLIGUE A NAUFRAGAR, porque puedes sacar tu barco a flote, puedes llegar a aprender....NO todo esta perdido, ademas, aunque no lo sepas, no se note o no te des cuenta, siempre esta contigo ese Alguien que no le importa si es momento de tristeza o alegria, el esta ahí, nada mas que nunca nos damos cuenta....pero el siempre cuando decimos su nombre, voltea, sonrie, y nos aprieta mas la mano. AUNQUE NO TE DES CUENTA HAY ALGUIEN QUE SABE DE TI, TE APRECIE, TE QUIERE Y TIENE FE DE QUE VAS A APRENDER DE LA TORMENTA Y POR NINGUN MOTIVO VAS A NAUFRAGAR... Colaboración de Beatriz Leon. |