Nos acostumbramos... A vivir en nuestra casa y a no tener otra vista que no sea las ventanas de alrededor. Y como estamos acostumbrados a no tener vista, luego nos acostumbramos a no mirar para afuera. Y como no miramos para afuera luego nos acostumbramos a no abrir del todo las cortinas. Y porque no abrimos completamente las cortinas luego nos acostumbramos a encender más temprano la luz. Y a medida que nos acostumbramos, olvidamos el sol, olvidamos el aire, olvidamos la amplitud. Nos acostumbramos... A despertar sobresaltados porque se nos hizo tarde. A tomar café corriendo porque estamos atrasados. A comer un sándwich porque no da tiempo para comer a gusto. A salir del trabajo porque ya es la tarde. A cenar rápido y dormir con el estómago pesado sin haber vivido el día. Nos acostumbramos... A esperar el día entero y oír en el teléfono: "hoy no puedo ir". A sonreír para las personas sin recibir una sonrisa de vuelta. A ser ignorados cuando precisábamos tanto ser vistos. Si el trabajo está duro, nos consolamos pensando en el fin de semana. Y peor aún, hacemos pesado nuestro trabajo, y a los demás, viviendo en las críticas destructivas y en la siembra de la discordia hablando negatividad y todavía sin argumento alguno. Y si el fin de semana no hay mucho que hacer vamos a dormir temprano y nos acostumbramos a quedar satisfechos porque siempre tenemos sueño atrasado. Nos acostumbramos a ahorrar vida que, de poco a poquito, igual se gasta y que una vez gastada, por estar acostumbrados, nos perdimos de vivir. Alguien dijo: "La muerte está tan segura de su victoria que nos da toda una vida de ventaja" ¡No nos acostumbremos e iniciemos este año viviendo la vida con intensidad! Colaboración de Juan Francisco Izaguirre Cabrera de Saltillo, Coahuila, México. |