Señor, tú has sido para nosotros un refugio a lo largo de los siglos. Antes que existieran las montañas, y apareciera la tierra y el mundo. Tú ya eras Dios y lo eres para siempre. Tú devuelves al polvo a los mortales. Mil años para ti son como un día, un ayer, un momento de la noche. Tú los siembras cada cual a su turno al amanecer despunta la hierba en las mañanas viene la flor y se abre y en la tarde se marchita y se seca. Por tu cólera somos consumidos tu furor nos deja anonadados. Pusiste nuestras culpas frente a ti nuestros secretos bajo la luz de tu rostro. Hizo correr tu cólera nuestros días y en un suspiro se fueron nuestros años. El tiempo de nuestros años es de setenta y de ochenta si somos robustos, la mayoría son de pena y decepción transcurren muy pronto y nos llevan volando. ¿Quién conoce la fuerza de tu cólera y quien ha sondeado el fondo de tu furor? Enseñarnos lo que valen nuestros días para que adquiramos un corazón sensato. Haz que nuestra alegría dure lo que la prueba y los años en que vimos la desdicha. Colaboración de: Adelina Fuentes.
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