El padre Soárez charlaba con el Cristo de su iglesia. -Señor -le preguntó- ¿por qué no has vuelto al mundo? -¿Volver? -se extrañó el Cristo-, pero si no he salido. Aquí me quedé ya. Sólo el que no quiere verme no me ve. Estoy en los que aman, viviendo con ellos ese amor, y estoy también en los que odian, esperando a que se vaya su odio para ocupar yo ese lugar. Estoy en los que se alegran y en los que sufren; estoy en los que creen en mí y en aquellos que no me conocen o me niegan. Estoy en los pobres para enriquecerlos, y en los ricos para que su riqueza no los empobrezca. Quienes esperan una segunda presencia mía es porque ignoran que no ha terminado la primera; que sigo aquí todavía. Así dijo Jesús, y el padre Soárez entendió que no es necesario esperar el regreso de Cristo: jamás ha estado ausente. Colaboración de Mario Pablo Vázquez de México, D.F. |