Rindieron ya los ciruelos su sabroso fruto. Estos árboles tienen nombre celestial: se llaman "Santa Rosa". Por eso dan ciruelas con redondeces femeninas y sabor angélico. Muerdes una y te parece que has mordido el sol. Su jugo es agua corregida y aumentada. Su color, rojo encendido, es el color del primer día de la creación. Ahora hay un canastillo de ciruelas sobre la mesa de la cocina en el Potrero. Cada fruto es flor cumplida, perfecta síntesis de la primavera. Una sola ciruela es todo el mundo: en ella han hecho su trabajo los cuatro elementos, esos eternos obreros que son la tierra, el agua, el sol y el aire. Te invito a probar una ciruela. Te invito a probar la vida. Colaboración de Mario Pablo Vásquez de México. D.F. |