Nada hay más sano que reírse de las cosas que más nos dan coraje y que no podemos hacer nada al respecto; no enojarnos requiere de autocontrol, concentración e inteligencia emocional, nos sentiremos mejor, menos cansados y con más ganas de hacer las cosas. Hoy me quisiera reír de una de las cosas que más me dan coraje, para que la próxima vez que me suceda, me ría en lugar de refunfuñar media hora, me refiero a cuando tengo algo de prisa, voy en una calle de alta velocidad, y repentinamente se frena el auto de enfrente, no sabes que está pasando, te preguntas ¿quién estará frente a su auto?, quizás se le atravesó un perro... no, la señora iba a dar vuelta, pero se le olvido poner la direccional, como no la puso no alcance a cambiarme de carril, cuando veo sus intenciones ya es muy tarde, vienen como mil autos hechos la raya en el carril de al lado, veo de reojo la maldita sonrisa burlesca de algunos conductores que algunos metros atrás acababa de rebasar, ojalá y se estampen en el siguiente poste, volvamos a la señora que no contenta con frenarse a casi un alto total, da la vuelta a una velocidad de 1.5 kilómetros por hora, de nada sirve usar el claxon porque además de contaminar el ambiente con el ruido, no hacen ningún caso; espero con ansia a que de su vueltita para poder seguir mi camino, cuando de repente.... se para con medio auto invadiendo el carril todavía... ¡¿Qué le pasa?!... está buscando el nombre de la calle, saca su papelito y compara el nombre que trae escrito con el de la calle donde está dando vuelta, siguen pasando miles de coches en el otro carril, no sé si llorar, la señora guarda su papelito y después de decir no con la cabeza... ¡¡¡Intenta echarse en reversa para proseguir en la misma calle por la que venía!!!, pero claro yo le estoy estorbando por lo que ¡me pita!, me tengo que echar en reversa para que se eche para atrás y siga su camino delante de mí. Por fin después de mucho tiempo consigo pasarla lentamente, cuando volteo a verla con ojos de pistola, ni siquiera me voltea a ver, tiene el asiento totalmente echado hacia delante con la nariz casi pegada al volante. Claro que exagere la historia, pero la próxima vez que me suceda algo parecido, me acordare de esta anécdota y me echaré a reír si es que quiero a mi hígado. |