Murió en Cuernavaca mi tío Federico. Larga vida vivió, pródiga en frutos. Ingeniero agrónomo, amó al campo y lo hizo producir. Trajo a México ganado vacuno de alto registro: mi infancia se sobrecogía al lado de aquellos enormes toros de altisonantes nombres: "Corsario Negro", "Mariscal de campo", y de aquellas majestuosas vacas -"La Palma", "La Chavira"- que daban leche como para saciar a la República. Se levantaba con el alba mi tío Federico Sánchez; trabajaba jornadas provechosas. Fue director de la Escuela de Agricultura "Antonio Narro", y como funcionario prestó importantes servicios al país. Su muerte fue tranquila, rodeado por los suyos. Una buena muerte para una vida buena. Estas palabras son abrazo para mi queridísima tía Beatriz, esposa suya, y para mis primas y mis primos, gozosos compañeros de horas idas que jamás se irán. En el recuerdo nadie muere. En el recuerdo seguirá viviendo para siempre el tío Federico. Así será. Colaboración de Mario Pablo Vázquez de México, D.F. |