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Una esperanza

Una esperanza

Era un naufrago que flotaba a la deriva en el mar, y rezaba que Dios lo salvara de morir ahogado o comido por los tiburones.

Cuando en eso una avioneta le avienta una lancha inflable, él se negó a subirse y decía:

- No, mi Dios me salvara.

Un helicóptero entonces paso y le bajo unas escaleras para que subiera y aquel dijo:

- No, mi Dios me salvara.

Al final paso un barco y le lanzo una cuerda para subirlo y el volvió a repetir:

- No, mi Dios me salvara.

Aquel naufrago murió ahogado y llego al cielo donde San Pedro lo esperaba, aquel naufrago llego alegando:

- Por qué Dios no me salvo.

A lo que San Pedro contesto:

- Hijo mío, ¿quién crees que te mando primero la avioneta, el helicóptero y al final el barco para que te salvaras?, fue Dios.

A veces esperamos la ayuda de Dios, pero no nos damos cuenta que él nos está ayudando quizás de otras formas. Pero estamos tan ciegos, que no lo vemos.

Cuando extravías un bien, es quizás porque quien lo encuentre lo necesita más que tú.

Nada que no sea tuyo se te puede extraviar, si lo pierdes ten por seguro que muy pronto lo volverás a tener y quizás sea más.

Los amigos y la familia no están a tu alrededor nomás porque si, Dios te los ha dado por algo, quizás para que te apoyen y te amen, pero quizás también porque desea que tú seas esa persona que lo represente y les des amor.

Colaboración de Víctor Manuel Espino Ocampo de Zihuatanejo, Guerrero, México.


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