La historia cuenta que había dos hermanos que se querían con toda el alma. Ambos eran agricultores. Uno se casó y el otro permaneció soltero. Decidieron seguir repartiendo toda su cosecha a medias. Una noche el soltero soñó: ¡No es justo! Mi hermano tiene mujer e hijos y recibe la misma proporción de cosecha que yo que estoy solo. Iré por las noches a su montón de trigo y le añadiré varios sacos sin que él se dé cuenta. A su vez el hermano casado soñó también una noche: ¡No es justo! Yo tengo mujer e hijos y mi futuro estará con ellos asegurado. A mi hermano, que está solo, ¿quién lo ayudará? Iré por las noches a su montón de trigo y le añadiré varios sacos sin que se dé cuenta. Así lo hicieron ambos hermanos. Y ¡oh, sorpresa!, ambos se encontraron en el camino, una misma noche, portando sacos una para el otro. Se miraron, comprendieron lo que pasaba y se abrazaron con un abrazo de hermano, aún más fuerte, y para siempre. A veces es necesario hacer un alto en nuestra vida y revalorizar las bendiciones que tenemos al contar con un hermano, es especial, como cristianos, amarnos y procurarnos como tales. No podemos dar testimonio de vida, si no amamos a los que están más cerca de nosotros. El Señor nos pide caridad y entrega. Hoy es un buen día para empezar. Colaboración de Marco Antonio Almanza Mendoza de Monterrey, N.L. México. |