Se cuenta que el legislador Licurgo fue invitado a dar una exposición al respecto de educación. Aceptó la invitación pero pidió el plazo de seis meses para prepararse. El hecho causó extrañeza, pues todos sabían que él tenía capacidad y condiciones de hablar en cualquier momento sobre el tema. Y, por eso mismo, lo habían invitado. Transcurridos los seis meses, compareció él delante de la asamblea en expectativa. Se ubicó a la tribuna, y en seguida entraron los criados portando cuatro jaulas. En cada una había un animal, siendo estos dos liebres y dos perros. A una señal previamente establecida, uno de los criados abrió la puerta de una de las jaulas y una pequeña liebre blanca, salió a correr, espantada. Luego, el otro criado abrió la jaula en que estaba el perro y éste salió en desesperada carrera a la captura de la liebre. La alcanzó con destreza, destrozándola rápidamente. La escena fue dantesca y golpeó a todos. Nadie conseguía entender lo que Licurgo deseaba con tal agresión. Igualmente, él no dijo nada. A seguir, el otro perro. Luego se irguió y se puso a jugar. Entonces, y solamente entonces, Licurgo habló: Ambas liebres son hijas de la misma matriz, fueron alimentadas igualmente y recibieron los mismos cuidados. La diferencia entre ellos reside, simplemente, en la educación. Y prosiguió vivamente su discurso diciendo las excelencias del proceso educativo. - La educación, basada en una concepción exacta de la vida, transformaría la cara del mundo. Debemos educar nuestro hijo, esclarecer su inteligencia, pero, ante todo, debemos hablar a su corazón, enseñándole a despojarse de sus imperfecciones. Recordemos que la sabiduría, por excelencia, consiste en volvernos mejores. Licurgo fue un legislador griego que debe haber vivido en el siglo cuarto antes de Cristo. El verbo educar es originario del latín educar o duccere y quiere decir extraer de dentro. Se percibe, por lo tanto, que la educación no se constituye en mero establecimiento de informaciones, pero si de trabajar las potencialidades interiores del ser, a fin de que florezcan a semejanza de bella y perfumada flor. Texto: El Poder de la Educación, de autoría del Equipo de Redacción del Momento Espirita, con base en el libro Después de la Muerte, de León Denis. |