La tolerancia y la intolerancia son dones que considero esenciales. Tolerancia para aceptar y respetar a quienes no ven las cosas desde tu mismo punto de vista, para admitir una crítica constructiva, para lograr escuchar otra opinión sin necesidad de rebatir constantemente. Intolerancia ante todo lo que llegue desde la prepotencia, el despotismo, los ataques disfrazados de preguntas, la burla, la injusticia, la falta de respeto y la toxicidad de quienes se empeñan en aniquilar tu buena energía para tratar de hacerte sentir tan desdichados como ellos. Hace tiempo un amigo me preguntó que por qué nunca me quejaba de nada en el blog, me sugería que tal vez le viniese bien un toque reivindicativo o más “cañero”. Creo firmemente en que aquello sobre lo que ponemos nuestra atención acaba cobrando fuerza y presencia en nuestra vida, así que poco a poco he aprendido a intentar enfocarla únicamente en lo que me proporciona calma y bienestar. Me gusta compartir sin tratar de imponer, sin generar controversias ni ofender a nadie. Lógicamente una cosa es mi intención y otra conseguirlo, pero es curioso ver como al igual que entrenamos nuestro cuerpo en el gimnasio y observamos una mejoría, también podemos ejercitar nuestros pensamientos prestándoles especial atención, sobre todo cuando vemos que entramos en uno de esos bucles de negatividad, donde todo parece torcerse cada vez más y más y no logramos decir lo que pensamos de una forma prudente y amable. Hace poco un amigo subió una foto a una red social donde se burlaba de las creencias religiosas de algunas personas, al rato la eliminó y escribió un mensaje disculpándose con aquellos que se hubiesen sentido ofendidos. Me pareció un gesto bonito y valiente. No necesitamos valernos del ataque, la mofa o el insulto para mostrar nuestro desacuerdo ante algo. Mantente firme en lo que para ti funcione, lo que te haga feliz, lo que te sea válido. Autor: Raquel del Rosario, cantante española. |