Había una vez un muchacho que era el primero en todo, era el mejor atleta, el mejor estudiante y el más inteligente de la universidad. Lo que nunca supo fue si era un buen hijo o un buen compañero de clases, o un buen amigo o un buen hermano. En un día de tristeza y depresión el muchacho se dejó morir. Cuando iba camino al cielo se encontró con un ángel y este le preguntó: "¿Por qué lo hiciste si sabias que todos te querían mucho...? El muchacho le respondió al ángel: "hay veces que vale más una sola palabra de consuelo dicha al que la necesite que todo lo que se sienta y nunca se dice" "Sabes en tanto tiempo que estuve en la tierra nunca escuché estoy orgulloso de ti..." Gracias por ser mi amigo(a)... Ni siquiera te quiero mucho... "El ángel se quedo pensativo y el muchacho añadió: "Sabes que es lo más que me duele". Y el ángel triste le pregunta ¿qué? A lo que el muchacho le responde :"que todavía espero oírlo algún día…" Luego de esto el ángel abrazo al muchacho y le dijo que no se preocupara más porque de ahora en adelante tendría la compañía, el consuelo, las palabras y el amor que siempre había querido tener. El ángel entonces añadió las siguientes palabras: Dios y yo siempre te decíamos al oído cuanto te amábamos pero tú nunca lo escuchaste". Moraleja: Nunca pierdas la oportunidad de decirle a alguien lo importante que es para ti o pudiera ser demasiado tarde... Colaboración de: Cristina Von. |